En los Jardines de Inti Huasi, o Casa del Sol, en Idioma Quechua, reunidos bajo la frondosa sombra de un Aguaribay (árbol autóctono), el Guía invitó al peregrinaje en Templos Naturales.
Los Terrones (1.980 mts.) Lugar autóctono, cultural y recreativo. Caminando por sus senderos naturales, descubríamos raras formas rocosas, cascadas brotando de mágicas hendiduras, y ejemplares de una flora extraordinaria. Arenisca, ripio y sedimento volcánico, nos conducía al enigma de mundos subterráneos, vinculado con la apertura y expansión del océano proto-atlántico, abordando su relación temporal con los eventos metamórficos del período terciario y cuaternario.
Los depósitos sedimentarios acompañados por basalto, minerales, cuarzo, y en contacto con la roca aparecen cristales de turmalina.
A diversas profundidades, rozábamos uno de los períodos más significativos en la evolución geológica y biológica de nuestro planeta.
Cortando el espacio-tiempo, en los umbrales del portal, todo danzaba potencialmente fusionado, Las esferas de luz, La Hermandad y La transformación de la naturaleza humana. En coexistencia cósmicas "espíritu y materia"
Un Portal accede al Templo Solar, entre el Cielo y la Tierra.
poco a poco, la noche se convierte en un manto de estrellas, y a simple vista Las Pléyades se observan en la constelación de Tauro.
Una gran concentración de energía, lo envuelve todo y una colisión de átomos origina la reacción de octavas musicales que vienen a participar.
Finalmente aquél viaje determinaría la decisión insoslayable de vivir en la "tierra de los Comechingones" con la convicción de que, ese lugar correspondía a Mi Lugar en el Mundo!!!
El mítico Valle alberga los principales ascensos....El Cerro Uritorco, Los Terrones, Las Grutas de Ongamira y Las Sierras del Pajarillo.
En épocas remotas era el fondo de un océano; posteriormente allí vivieron los Comechingones, Indígenas muy diferentes de lo autóctono. Los henia-kamiare o Comechingones, como se autodenominaban, tenían rasgos delicados, de aspecto caucasoide. Muchos Antropólogos tienden a considerar estos grupos diferentes a los andinos (los varones eran barbudos desde la pubertad, de talla elevada para su época y ojos verdosos) Otro rasgo llamativo fue el de sus viviendas; casas de piedras, colectivas y subterráneas para soportar el frío y la nieve del invierno.
Guardianes de los misterios del Cosmos, con los cuales tenían afinidad y contacto. Lo evidente es que se congregaban en "santuarios naturales" (quebradas, cerros, manantiales y grutas) para adorar especialmente a la Luna.
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