lunes, 29 de junio de 2009

CRONICA DE UN EXILIO


Pretender afianzar raíces tan vapuleadas, resulta una utopía…sin embargo, desde el silencio abismal, brota el ánimo de la historia que los une.

Aníbal olvidaba, quería olvidar. Tenía demasiado para ocuparse.
Pero todos los días al volver a su casa sentía la ausencia de
Leticia como una enorme cicatriz.
Tomó las cartas, dispuesto a releer una por una -recibidas años atrás-
Cuando una época de guerrilla y proceso militar, obligó el exilio de Leticia, comprometida con los sucesos del momento...
Llevaba a cabo la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires, su dedicación podía demostrar que deseaba recibirse pronto y trabajar profesionalmente.
(De hecho ella era muy reservada) y él no lograba entender como Leticia se había involucrado en esa rebelión.
Aníbal, joven militar de la Fuerza Aérea, actuó inmediatamente, gestionando una beca de post-grado en Londres, que justificara el viaje de Leticia, como asimismo, su resguardo ante la significación de los acontecimientos.
Se dijeron adiós, desde la imprudencia y despojados de ilusión, libraron al destino, la posibilidad de encontrarse.

Las cartas (después de un largo tiempo) arrojaban dudas, a quien podría interesar el penoso testimonio, y sin terminar la lectura -decididamente las echó al fuego-

“En abril de 1982, el país había despertado en guerra contra Gran Bretaña”
Aníbal incorporado como Comandante al frente de la aviación, vivió el disparatado intento militar argentino por recuperar las Islas Malvinas -Lo que se imaginó como la encarnación de un sueño patriótico, resultó verdadera pesadilla -lo perdieron todo- La guerra dejó muertos inocentes y actos heroicos. La derrota permitió que los militares resignaran el poder y se revisara la guerra sucia fronteras adentro.
El fracaso de Malvinas, tristísimo por los que cayeron, puso fin a un tiempo de “proceso” y dio lugar al resurgimiento de la democracia. El país, recibiría entonces, a todos aquéllos que desearan retornar del exilio -Aníbal esperó en vano-

II

Leticia, quien se había manifestado activista en el Reino Unido, ante el reclamo argentino por la soberanía del archipiélago -vencida la Bandera de su patria, se desentendió de lazos argentinos -Alguien, creyó verla en Marruecos, precisamente en la Ciudad de Fez.

Enterado Aníbal, viaja en búsqueda del lejano y prometido encuentro, con la esperanza de un final feliz para la crónica de este exilio.

En la “Feria de las Artesanías” Leticia enhebra collares, aros, y joyas que lucen piedras preciosas de cristal de roca. -Irreconocible! Ella, ha perdido su esbelta figura, tras la máscara del infortunio...Sin embargo, Aníbal no se confunde, domina la ansiedad de abrazarla, aproximándose como un cliente que aprecia el trabajo… se miraron y apenas asomó una sonrisa indiferente al vínculo que subyace en sus vidas -él sostuvo la mirada-

La mirada de las personas que saben como actuar en el lugar del otro, pero no lo hacen cuando les toca a ellos -Cuántas veces sentimos que corremos contra el viento en un mar tormentoso.

Aníbal empezó a darse cuenta de lo que sentía -no era desengaño, sino la desazón ante una mujer perdida en el vacío, ausente de recuerdos -de todo lo que él, sí había atesorado!
Caminó a lo largo de la feria, pensativo, y evitando alejarse demasiado para no perder de vista a Leticia, deseaba reconocer en ella vestigios del pasado.

Días atrás en vísperas del viaje -recuerda Aníbal- fui con amigos a un restaurante muy lindo, sobre la costa. Llegamos temprano para almorzar y conseguimos una buena ubicación; enseguida el panorama me absorbió por completo -el sol brillaba en lo alto y el viento podía llegar a embolsar las velas de las embarcaciones y darle una velocidad impresionante. De pronto los barcos comenzaron a navegar de manera errática -parecido a la vida-

III

Anochecía, cuando Leticia guardó sus trabajos en pequeños baúles, y se despedía de colegas…Después, envolvió su cabeza con un velo morado, confundiéndose con mujeres marroquíes.
Aníbal caminó tras ella, y antes de que abandonara los angostos pasadizos, gritó su nombre:
-Leticia!
Ella, apuró el paso y él acercándose la tomó del brazo.
-Leticia, soy Aníbal...hace un largo tiempo que repito tu nombre sin que me escuches, supe desde entonces que el dolor sería el mayor obstáculo.
Ella se apartó y dijo con gesto esquivo:-Mi nombre es Saya!
-Tu nombre era Leticia, cuando vivíamos en Buenos Aires - olvidaste!
(escuchó sin responder)
-Saya, deseo conocerte...vamos! logra soltar palabra, mujer.
(acarició su rostro amigablemente, y los ojos secos de ella se tornaron vidriosos)
-Aléjese! debo llegar a mi casa.
-Me iré, cuando tengas el valor de decir que no me conoces, y convencerme de que jamás nos hemos visto antes -no tienes urgencia - me gustaría que cenemos juntos, y luego te dejaré donde tu digas -Se trata de una “promesa” aunque no lo recuerdes o quizás no quieras hacerlo, necesitamos reconocer que alguna vez estuvimos juntos!
-Confía en mí, como lo hiciste en aquélla obligada despedida-
-De todas maneras, regreso a casa, y lo veré aquí en una hora-respondió- y se fue casi corriendo. La siguió hasta un edificio de largas galerías y jardines de flores blancas, como claro de luna...
allí la perdió de vista, desalentado ante una hilera de puertas y ventanas cerradas.
-Dónde se habría metido?
Al cabo de algunos minutos, una fuerza incontrolable rajó su garganta…
-LETICIA! - la voz retumbó –
Las puertas se abrieron todas juntas y una bocanada de luz, lo puso en evidencia -estaba allí inmóvil, un sudor frío se deslizaba por su espalda, esperando la reacción violenta -nada de eso!
-En medio de infinitas miradas, una niña de corta edad, se aproximó seguida por su madre.
-Usted gritó mi nombre señor -
-Te llamas Leticia?
-Sí, soy la única Leticia, aquí, porqué?
Aníbal levantó la vista y se encontró con la mirada triste de Saya, que balbuceando –dijo:
-Es tu hija, nuestra hija!
(Los personajes y sucesos dentro de la historia, son de ficción-Nelsi Baronio-)

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